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Etruscos, reyes de Roma.


Según Heródoto (484 – 425 a.n.e.), los etruscos eran descendientes de un pueblo del oriente del Mediterráneo, concretamente de Lidia (actual Turquía), aunque si leemos a Helánico de Lesbos (491 – 405 a.n.e.), sus antepasados serían los Pelasgos, mencionados por Homero (s. VIII a.n.e.), en la Ilíada como aliados de los Troyanos. Su llegada a las costas de la Península Itálica, justo al norte del Tíber (límite entre los territorios de la Etruria y Roma), coincide en el tiempo con la Guerra de Troya y el movimiento de los llamados “Pueblos del Mar”, siendo los etruscos el pueblo resultante de la sociedad Tursha o Teresh, que habría participado de este momento convulso en Oriente Próximo y Egipto, a caballo entre los siglos XIII – XII a.n.e. Tal vez por ello, los etruscos se mantuvieron enemistados eternamente con los comerciantes griegos y sus aliados fueron siempre los mercaderes fenicios (o los púnicos en su momento).


En cualquier caso, gozaron de una cultura esplendorosa, mucho más avanzada que la que vio nacer a Roma, incluso se puede afirmar que el gran impulso que situaría a Roma como un centro de poder avanzado fue el hecho de que en sus fases iniciales de monarquía (antes de la república), estuvieran un siglo bajo la regencia de monarcas de origen etrusco:

Tarquinio Prisco (616 – 579 a.n.e.).

Servio Tulio (579 – 534 a.n.e.).

Tarquinio Superbo (534 – 509 a.n.e.).

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